Impulsado por José Arce dedicó su carrera a la especialidad de la neurocirugía, que aún no existía en la Argentina.
Desde ese año comenzó también a trabajar en el Hospital Oftalmológico Santa Lucía, dirigido entonces por el doctor Adolfo Oyenard.
En 1933 describió junto con Carlos Malbrán la aracnoiditis optoquiasmática, proceso inflamatorio (meningitis) que afecta a la cisterna optoquiasmática situada por debajo del quiasma, enfermedad que en su honor algunos llaman síndrome de Balado.
Sus trabajos acerca de la estructura del cuerpo geniculado externo, tanto en el hombre como en los animales, dieron lugar a una de sus obras más importantes, Das corpus geniculatum externum, publicado en Berlín en colaboración con Elizabeth Franke, obra que le dio prestigio internacional.
Tras conocer los trabajos de Hans Berger, Balado construyó en 1939 el primer electroencefalógrafo de Latinoamérica, publicando ese mismo año el Encefalograma Humano en colaboración con Luis Romero y Pedro Noiseux, con importante repercusión en la bibliografía nacional e internacional en la materia.
A pesar de haber fallecido tempranamente, dejó su impronta en numerosos discípulos, destacándose Ramón Carrillo, quien lo sucedió al frente de la Sala XII del Clínicas, Ricardo Morea, Julio Ghersi y Juan Carlos Christensen.