Manuel Couceiro Prado

Conocido como Manolito, desde niño tuvo que ayudar en la tintorería de sus padres, sostén familiar.

Alumno de Guillermo Menezill (artífice de las artes plásticas) asistía a las clases de Leopoldo Romañach en San Alejandro, a quien reconocería junto a algunos libros (lector constante), muchos de sus conocimientos técnicos, aunque nunca se dejó constar como alumno por su antiacademicismo y su rebeldía de siempre; emprendedor, estudiaba los aportes africanos a la cultura cubana según Fernando Ortiz, las vanguardias artísticas cubanas y el más avanzado arte internacional, tanto figurativo como abstracto, entre otros temas y especialidades, muchos inconclusos, todo lo cual explica las frecuentes tertulias que sostuvo en su casa con varios de los más relevantes intelectuales cubanos, incluido José Lezama Lima, de quien patentizó su frase ulterior “cuando hay demasiadas influencias, es que no hay influencia”.

Esta galería fue vetada tras exponer su obra más reciente (un gran cuadro para la Antibienal) durante la represión por el alzamiento preparado para el 5 de septiembre de 1957, cuando fue apresado y cesa además al frente del semanario clandestino Vanguardia Obrera, órgano de la Sección Obrera del M-26-7 que dirigía y que tuvo seis ediciones, mecanografiado por su compañera Marta Rodríguez Díaz.

Torturado en el Castillo del Príncipe (perdió las uñas y para siempre, un oído) fue liberado por presiones del arte desde el exilio, al que fue enviado por el M-26-7 a organizarlo, para lo que tiene que recorrer diversos estados y en lo cual, pintar era una cobertura para continuar luchando por la libertad en Cuba.

Así logró 13 o 15 obras de tamaño medio y pequeño, dos exposiciones personales y una colectiva con la Universidad de Miami y en Miami Beach (todas con obras inéditas) y una tercera personal que recorrió el occidente cubano; tanta actividad no le permitió aceptar la invitación a exponer en la galería de André Breton (París), no obstante Fayad Jamís llevó sus diapositivas.

Pablo Díaz recuerda el temor al develar aquella pintura solicitada en Miami: Fidel Castro en la Sierra Maestra.

Los rigores políticos no le habían mermado la música, lirismo y pasiones de su obra.

La familia cedió otras dos obras a solicitud del Museo Nacional de Bellas Artes, que ya atesoraba una colección suya, además de otras colecciones particulares e institucionales en Cuba y en Estados Unidos (básicamente Miami y Nueva York), Checoslovaquia y España.

Contra influencias “surrealizantes” pues en lo onírico o fantástico “no recurre a lo literario y mitológico”, Texidor deduce un expresionismo muy personal.

En sus desnudos femeninos (no retratistas) los órganos generatrices buscan descubrirse a sí mismos sin pudor moralista, hacia nuestras raíces más ancestrales.

Si no un tema, el sexo es elemento básico de un juego con valor ritual, culto que rechaza pero que lo domina desde su subconsciente y traiciona a los prejuicios seculares; el valor semántico de su obra se potencia a sí mismo, y adquiere un lenguaje propio de identidad.

Mucho más esporádicas tras su deceso, pero se le dedicaron alguna que otra exposición personal casi siempre por la Semana de la Cultura del municipio Plaza de la Revolución en marzo durante su homenaje a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, por ejemplo en la Biblioteca Nacional José Martí, y en marzo de 2013 en la galería del cine Rampa donde había tenido su trascendente galería en 1955-1957 en encuentro monográfico con su hijo y Doctor en Ciencias sobre Arte.

Entre otras exposiciones colectivas en que participó se encuentran en 1952 "Salón de Xilografías Cubanas".

Con la Sociedad Lyceum y la Galería Habana, rinde homenaje al crítico de arte Guy Pérez Cisneros, a su fallecimiento en 1953, y se integra en la exposición colectiva que el Lyceum convocó contra la Bienal propuesta del gubernamental Instituto de Cultura para homenajear a Martí en su Centenario (1953) pero auspiciada por el franquismo español, que logró aplazar, y aun insatisfecho, llevó dicha exposición por otras regiones cubanas y a la misma Universidad.

Cuando hacia 1955 y 1956 el Instituto de Cultura decide dicha Bienal en el Museo de Bellas Artes, organiza al frente, en un salón al fondo del Hotel Sevilla, la conocida como Anti-Bienal o “la exposición de la acera del frente” (por haberse hecho en la acera del frente a la Bienal, retándola, historias sobre las que aún falta mucho por develar), donde expuso su última obra de entonces; exposición que también llevó al resto del país y a la Universidad.

Veigas Zamora, José; Cristina Vives, Adolfo V. Nodal, Valia Garzón, Danny Montes de Oca.