En realidad Manuel J. Calle nunca fue tuerto pues contaba con ambos ojos, pero así le decían porque era estrávico, acostumbraba cerrarlo y cuando su madre salía a trabajar, su tía Jesús Pesantes quedaba cuidándole y como era muy llorón a veces le castigaba metiéndole la cara dentro de una pipa llena de agua.
Por esos años inició también una violenta y tenaz campaña para combatir al gobierno progresista del Dr. Antonio Flores Jijón, y en 1895 tomó las armas para combatir, junto a Julio Andrade, en favor de la Revolución Liberal.
Calle era el más grande periodista del país aunque estaba tan enfermo que solo pesaba cien libras y casi no podía ver ni sostenerse en pie.
El país tomó conciencia que había perdido al mayor periodista ecuatoriano de todos los tiempos.
Inteligencia privilegiada, imparcial con todos, seguidor únicamente del dictamen de su conciencia, permaneció siempre fiel a una ideología muy avanzada.
Esto le valió la admiración hasta de sus enemigos, haciendo que fuera por igual respetado y temido.
Fue uno de esos personajes que marcan una época, no sólo en el periodismo, sino también en sus reportajes históricos y costumbristas.