Manuel Martínez Barrionuevo

De modestísima familia, hasta los quince años fue aprendiz en distintos oficios: pastelero, ebanista, tipógrafo, herrero... Su verdadera vocación era sin embargo la literatura.

Entre 1905 y 1917 viajó por toda España, sin lograr nada más que malvivir con el producto de su pluma incansable, pues fue escritor muy fecundo.

Cultivó la lírica (Rasgos y pinceladas, Málaga, 1878), el teatro (Los Carvajales, 1885; Luchar por los hijos 1894...), la narración corta (El padre eterno.

Pequeñeces del padre Coloma, 1891); bastantes de sus narraciones están ambientadas en Andalucía y narró sus primeros años en Mi infancia (Barcelona, 1906).

Poseyó un buen estilo, pero no tuvo la suerte de conocer un éxito definitivo que le consagrara.

Retrato de Manuel Martínez Barrionuevo