En 1823 se puso al servicio del futuro guerrillero carlista Manuel Adame "El Locho", pero no pudo impedir su detención.
Se le habría ahorcado si no hubiese hecho la promesa a Narciso de Heredia de delatar a masones y comuneros.
Sirvió como espía al superintendente de policía Mariano Rufino González.
Se infiltra en el ala más retrógrada del absolutismo y desbarata una conjura carlista en 1825.
Se le ocupan papeles comprometedores que El Eco del Comercio publica en parte.