María Fermina Rivera

[1]​ Tuvo que luchar con hambres terribles, caminos fragosos, climas ingratos y cuanto mal padecieron sus compañeros de armas.

Esta mujer tomaba en los combates el fusil de algún herido y seguía sosteniendo el fuego con la misma bizarría que el mejor soldado insurgente.

Dejó su hogar, sacrificó su vida y sus bienes por la patria.

[3]​ No se conoce con certeza la fecha de su muerte.

[4]​ Otra fuente afirma que en 1823 solicitó un aumento en su pensión al gobierno del Primer Imperio Mexicano.