Desde que cumplió los 17 años tenía el deseo de hacerse religiosa, sueño que cumplió a los 23, cuando ingresó a las Hermanas Franciscanas de María Stern, en Augsburgo, con el deseo de entregarse al servicio de los pobres y de los enfermos, pero contrario a sus deseos les fueron concedidas otras actividades, tales como educadora, superiora de una comunidad y directora de un orfanato en Wurzburg.
Atraída por la vida contemplativa, dejó a las franciscanas e ingresó en el monasterio de las carmelitas de Himmelspforten, sin embargo poco tiempo después regresó a casa de su familia.
[1] En 1883, respondió a la invitación de Francisco Jordan, con el fin de fundar la rama femenina de la Sociedad del Divino Salvador, en Roma.
Por las dificultades que se les presentaron en dicha fundación y las diferencias que surgieron entre los dos fundadores, Amalia se separó del proyecto de Jordán, y fundó a las Hermanas de la Santísima Madre de los Dolores en 1885, con la profesión la fundadora cambió el nombre por María Francisca de la Cruz.
[1] Entre 1885 y 1889, María Francisca se dedicó a la expansión del nuevo instituto, en 1896, por una serie de incomprensiones la religiosa fue dimitida de su cargo como superiora general y se retiró en la casa madre.