Marcial fue un eclesiástico hispanorromano, obispo libelático de Mérida a mediados del siglo III.
Marcial era obispo católico de Mérida hacia el año 249 cuando comenzaron las persecuciones contra los cristianos decretadas por el emperador Decio.
Para evitar éstas, Marcial compró un libellus, una certificación expedida por las autoridades romanas mediante la cual su poseedor quedaba exento de la persecución.
Este tipo de acciones estaba reputadas como una grave falta por la comunidad cristiana: el libelático no estaba obligado a adorar explícitamente a los dioses paganos, pero al valerse del dinero para no confesar su religión y al estar exento de la persecución de los que acosaban a los cristianos, quedaba apartado de estos en el concepto público.
[1] A semejanza del obispo Basílides de Astorga, que en la misma situación había apelado al papa Esteban I y ocultándole subrepticiamente los detalles de su destitución consiguió el rescripto papal por el que se ordenaba restituirle en su diócesis, Marcial también consiguió que el papa anulara su deposición.