Su padre había ingresado al mismo tiempo en el convento franciscano de la Arruzafa en Córdoba.
Desde el primer momento hizo gala de su espíritu de servicio, solía decir que había nacido criado y como tal debía obrar durante toda su vida, ofreciéndose siempre para los trabajos más humildes.
Nada más recibir la ordenación sacerdotal fue nombrado Predicador Mayor del convento de Andújar.
Muchos ya veían en él otro Manuel Guerra y Ribera, o un segundo Paravicino.
Marcos quedaba solo, pero eso no impidió que ganara en ánimo y renaciera su antiguo espíritu de entrega, partiendo hacia el pueblo de La Peza, cercano a Guadix.
Marcos, aunque también lo conocieron pronto los que se iban a convertir en sus perseguidores.
Marcos Criado pidió permiso al obispo de Guadix para adentrarse en la Alpujarra Granadina y ayudar a los cristianos que aquellas aldeas habían quedado aislados.
El obispo le dio cartas de recomendación y presentación para los párrocos y autoridades de aquellos pueblos, que acogían con gran alegría la llegada del fraile trinitario.
Las palizas, empujones, injurias, incluso puñaladas y pedradas, eran continuos, alguna vez le dieron por muerto.
Marcos Criado se mantuvo siempre dispuesto a dar su vida por Cristo, y por aquellos cristianos por los que había dejado todo.
Estaban llegando las humillaciones que con tanto tesón pidió desde joven a Dios.
Lo colgaron del árbol de modo que los pies no tocaban el suelo.
por la mañana, viendo que seguía vivo y estaba cantando salmos, lo apedrearon hasta dejarlo inconsciente.