Inmediatamente, el jesuita François Annat, confesor del rey, respondió con su obra Le Rabat-joie des jansénistes[5] donde, sin poner en entredicho la realidad del milagro -reconocido por la Iglesia Católica- atacaba directamente a los clérigos de la abadía de Port Royal y analizaba el acontecimiento como una invitación de Dios para que abandonasen la herejía jansenista.
A su vez, los jansenistas Antoine Arnauld y Pontchâteau hicieron pública su respuesta,[6] mientras que Pascal dirigía su decimoséptima Carta provincial al padre Annat.
No obstante, este milagro ha sido discutido posteriormente, a medida que han progresado los conocimientos médicos.
Marguerite probablemente pudo padecer una simple obstrucción del canal lacrimal.
Marguerite Périer lleva entonces una vida retirada, compartida entre París y Clermont.