Masha, como la llaman, fue enviada a un orfanato donde se crio.
A los 10 años, Iovleva se reunió con el entrenador Aleksandr Porshnev, quien trabajaba con problemas auditivos.
Masha comenzó a esquiar tres veces por semana, montando un asiento especial.
Un poco más tarde, Iovleva vio cómo entrenan los biatletas, y también quería probarse a sí misma en el tiro con carabina.
Resultó que Masha tenía un verdadero talento para acertar a todos los objetivos.