Era el único convento con el que contaban los trinitarios españoles, ya que debido a la desamortización habían sido expulsados de España en el siglo XIX.
Estando en Roma, estudió filosofía y teología en la Universidad Gregoriana.
Finalmente regresó a Villanueva del arzobispo, donde ocupó en dos ocasiones más el cargo de ministro.
A la mañana siguiente fue separado del grupo para ser llevado de nuevo al Santuario, recibiendo palizas y maltratos dentro y fuera de la iglesia.
Le torturaron cruelmente metiéndole astillas en las uñas de los pies y colgándolo con una soga, por casi media hora, en el presbiterio.