Desde niña mostró una fuerte inclinación por la pintura y, de acuerdo con una entrevista, tuvo como primer mentor a “su padre, un granjero de profesión, en cuyos ojos ella pudo apreciar la belleza del paisaje natural que la rodeaba”.
[6] Estuvieron casados por más de 55 años, que en su mayoría vivieron en Coyoacán,[7] donde criaron a sus cuatro hijos: Mario Héctor, María Elena, Carlos Federico y Martha Cecilia.
Eventualmente, Martha Joy desarrollaría su propio estilo, destacando en numerosos paisajes su particular visión del entorno natural mexicano.
[17][18] Gran parte de su vida y hasta sus últimos días fueron dedicados a la enseñanza en su propio estudio.
Motivos constantes en sus pinturas, como el Topilejo y el Valle de México, siempre expuestos en diferentes estaciones o perspectivas,[8] destacan su inclinación por explorar todas las posibilidades del paisaje; de ahí sus múltiples viajes, ya sea por tierra mar o aire, mismos que motivaron a la prensa para denominarla "pintora de todas las estaciones".
[22] Durante algunos años estuvo especialmente interesada en realizar "skyscapes", "paisajes vistos desde un avión.
[24] En dicho sentido, Toby Joysmith afirma que sus pinturas: "No presentan problemas intelectuales, conceptos, búsquedas.
La transcripción directa, carente de transformación, siempre dará el puro placer del reconocimiento, como estas pinturas lo hacen indudablemente".