La cabeza suele medir más 30 cm de largo para permitir al operario clavar pernos en el lado opuesto del carril sin romper el mango.
El lado más corto presenta una zona de impacto con mayor superficie, que requiere menos precisión para el clavado normal.
Esta técnica consiste en que el operario sujeta el mango del mazo con ambas manos y golpea el clavo con impactos rápidos, repetidos al balancear el martillo en un movimiento circular sobre el hombro.
Se requería una gran fuerza y una resistencia considerable para mantener ese ritmo.
También es posible sobrecalentar el acero mientras se rectifica y eliminar parte del temple de la herramienta.