[3][4][5] En 2019 fue en primera instancia judicial calificada como un genocidio a dicho crimen de lesa humanidad.
Habitan históricamente en la zona sur y central de la llanura del Gran Chaco.
Los pueblos indígenas chaqueños lograron resistir la conquista española y permanecieron libres hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando los españoles ya habían sido expulsados de la mayor parte de América.
[8] Los pueblos originarios derrotados en el Gran Chaco fueron incorporados a los territorios nacionales de Chaco y Formosa, cuyas poblaciones carecían de derecho a elegir sus autoridades locales y nacionales.
[11] La reforma constitucional de 1994 reconoció la preexistencia a la Nación de los pueblos originarios, así como sus derechos a las tierras ancestrales y a su cultura, pero hasta el presente varias provincias aún no les han devuelto sus territorios, que en muchos casos se encuentran en manos de grandes latifundistas o empresas privadas.
En es momento la policía atribuyó la matanza a «elementos comunistas», mientras el hecho fue ocultado y olvidado.
Setenta años después, ya en el siglo XXI, varias investigaciones revelaron que la masacre había sido cometida por la policía.
[13] Para ello hombres, mujeres, niños y ancianos debieron trasladarse caminando cientos de kilómetros.
[13][14] La decisión del Ingenio El Tabacal produjo un impacto dramático en las familias de los trabajadores indígenas despedidos, que sin alimentos suficientes debieron emprender una migración masiva a pie, en busca de comida y un lugar donde asentarse.
[18] Enterados de los actos sanadores del predicador Tonkiet (Luciano), nuevos grupos indígenas se instalaron en el lugar.
[15][16] La situación de los indígenas se hizo desesperante, con muchas personas indigestadas y tres muertes, entre ellas la madre del cacique Pablito.
[15] Pero casi dos semanas después, Ortiz aún no había enviado las vituallas a Las Lomitas.
Aun con la atenuación del tiempo, la evolución moral y la corrección política, los testimonios dan cuenta de un intenso racismo imperante en los gendarmes.
Los niños Setkokie´n (Melitón Domínguez) y Maliodi` (Lidia Quiroga), que trabajaban en la cocina del Escuadrón, fueron advertidos por los gendarmes para quienes trabajaban: A la tarde del 10 de octubre el cacique Pablito pidió hablar con el comandante Fernández Castellanos.
El 16 de octubre otro documento confidencial y secreto, firmado nuevamente por Faverio, da detalles sobre el avión enviado para colaborar en la represión.
[38] La prensa argentina de alcance nacional (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, Noticias Gráficas) colaboró en el ocultamiento, tanto durante el gobierno peronista como después de que el presidente Perón fuera derrocado en 1955.
[45] Desde entonces ningún juez, gobierno, periódico, investigador o partido político volvería a mencionar el crimen.
[51] En la causa civil se destacó el testimonio de la sobreviviente Clara Olmos, quien declaró en su idioma original, con traductor (fs.
[52] Adicionalmente, los peritos criminalísticos en el terreno recabaron los testimonios de otros sobrevivientes que fueron volcados en el informe pericial.
La propia Gendarmería Nacional en su revista y para exaltar su tarea histórica, publicó en 1991 el testimonio de cuatro gendarmes que actuaron en la matanza: Néstor Leoncio Perloff, Edmundo Zalazar, Francisco Bagardi e Isabelino Ezcurra.
[57] Costas había sido formalmente felicitado por Gendarmería Nacional por la «valerosa y meritoria intervención llevada a cabo contra el alzamiento de indígenas pilagá, en cuya emergencia no titubeó en afrontar la grave situación para su vida que el caso deparaba».
[60][61] La sentencia resaltó la responsabilidad del Estado nacional, tanto al momento de la masacre como en la pasividad posterior, incluyendo los años posteriores a la revelación pública del crimen y la denuncia formalmente presentada de la Federación Pilagá.
Rechazó los agravios sobre el monto de los rubros patrimoniales, razón por la cual la Federación Pilagá apeló a la Corte Suprema.
Si bien la novela no hace sino tomar como punto de referencia la masacre, el devenir discursivo construye una lectura del acontecimiento (propone un «nosotros» narrativo, que bordea lo mayestático) para los lectores potenciales, reflexionando sobre el acto mismo de leer y apuntando a la indagación sobre el hecho.
En la breve novela Cicatrices del ayer, el autor y abogado formoseño Pedro S. Barrios busca a través de una fusión entre ficción y realidad hacer revivir todo el sufrimiento del pueblo Pilagá, su paso por las trágicas reducciones civiles estatales, la explotación laboral en los ingenios azucareros, la lucha por conservar sus raíces y el hecho mismo de la masacre a manos de Gendarmería Nacional, valiéndose de personajes bien construidos que permiten al lector conectarse rápidamente con la historia.