Mateo 25

Mateo 25, vigésimo quinto capítulo del Evangelio de Mateo, continúa el Discurso del Monte de los Olivos o "Pequeño Apocalipsis" pronunciado por Jesucristo , también descrito como Discurso escatológico,[1]​ que había comenzado en capítulo 24.

[4]​ Parábola de las diez vírgenes 1»Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo.

5Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron.

¡Salid a su encuentro!» 7Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas.

8Y las necias les dijeron a las prudentes: «Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan».

26Su amo le respondió: «Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y que recojo donde no he esparcido; 27por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío con los intereses.

28Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.

44Entonces le replicarán también ellos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?» 45Entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo.

El Papa Francisco trata este capítulo como "el 'protocolo' con el que seremos juzgados al final del mundo": Este capítulo incluye la Parábola de las diez vírgenes (versículos 1-13) y la Parábola de los talentos (versículos 14-30), ambas exclusivas de Mateo.

No es suficiente con estar en la Iglesia, esperando sin más el juicio definitivo; hay que mantener viva la fe y las buenas obras:

El Señor muestra en esta parábola la necesidad de responder a la gracia esforzándose toda la vida.

Se dice que Jesús dijo que la base de esta separación es si alguien:[14]​ A las tres parábolas anteriores siguen con el anuncio del juicio del Señor.