Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:[1] Estos versículos en rojo irán cambiando a azul según e vayan editando.
6»No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen.
11Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?
24Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; 25y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
[2] Mateo recoge diversas recomendaciones del Jesús sobre la conducta de quienes son sus discípulos.
[3] Después, advierte que se puede tener deformada la vista, y ver las cosas desatinadamente, aunque éstas sean correctas.
San Agustín, recordando el pasaje, daba este consejo: «Procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros» [4][5] Jesús indica que también se debe custodiar la doctrina de Jesucristo como algo santo, como una perla preciosa.
Los primeros cristianos aplicaron esta enseñanza a la Eucaristía: «Que de vuestra acción de gracias coman y beban sólo los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros» [6][7] Finalmente, el Maestro aconseja rezar con la seguridad de que Dios Padre concederá lo que se le pida, y hacer el bien a los demás sin poner condiciones, como en buena lógica no las pone cada uno en el amor a sí mismo.
[10]Los versículos 3-5 relatan un dicho proverbial sobre la parábola de la mota y la viga, que tiene un paralelismo en Lucas 6:37-42.
El capítulo termina con la parábola de la casa edificada sobre roca en Mateo 7:24-Mateo 7:27, que tiene un paralelismo en Lucas 6:46-49.