[1] Guiar una nave hasta nuestro satélite natural y hacerla posar suavemente sobre su superficie es algo que escapa a las posibilidades humanas: demorar unas décimas de segundo el encendido o apagado de un motor puede representar la diferencia entre el éxito de la misión, o el más estrepitoso y horrible fracaso.
El sistema, si bien es algo rudimentario y de poca densidad (ver tópico siguiente), funciona, y es extremadamente robusto; de hecho, durante el despegue del Apolo XII varios rayos alcanzaron al Saturno V, provocando el «cuelgue» del ordenador de a bordo.
Pero una vez en órbita, los astronautas lo reiniciaron y arrancó sin problemas.
Muy pocos ordenadores modernos podrían sobrevivir a un evento de ese tipo.
La NASA usó, por supuesto, chips y transistores en otros componentes, pero las memorias se basaron en esta tecnología más antigua, la única -para sus ingenieros- que les permitía el grado de seguridad que la misión necesitaba.