Con sus movimientos llamativamente ágiles para su gran contextura física, y con sus extraordinarios reflejos, se transformó en pieza clave del ascenso conseguido al año siguiente, certamen en el que solo faltó a un partido y en el que terminó con la valla menos vencida.
Vélez se impuso 6 a 3 y Rugilo consiguió lo que ningún otro arquero hasta ese momento.
Cuatro días después Argentina se impuso por 4 a 0 al mismo rival en el estadio de San Lorenzo de Almagro, otra vez con Rugilo en el arco, y se quedó con la copa en juego.
Luis Elías Sojit, a cargo del relato radiofónico, no escatimó elogios para adjetivar su heroica resistencia: "El caballero Rugilo es un león en Wembley".
Reapareció casi al finalizar la temporada y llegó a jugar las primeras 11 jornadas del campeonato de 1952, pero perdió continuidad y emigró a Brasil para custodiar el arco del Palmeiras.
En 1957 dejó su huella en el O'Higgins de Chile, donde se retiró ya cercano a los 39 años.
Posteriormente Intentó afirmarse como director técnico en México, pero tuvo una sola y efímera experiencia en el Atlético Celaya.