Se practicaba en honor al dios Baal Hammon y consistía, en el sacrificio, por cremación, de un hijo recién nacido en perfectas condiciones.
El rito procede del mundo semita y los hallazgos de Cartago apoyaban la idea de que el molk, como sacrificio cruento, era conocido desde antiguo en Fenicia y desde allí se había difundido por el vecino Reino de Israel y el occidente feniciopúnico, hasta Cartago y sus colonias.
La opinión de la mayor parte de los estudios venía a sostener que dichos sacrificios nada tenían que ver con cuestiones como el infanticidio y la presión demográfica.
Esto resultaba particularmente pertinente cuando se establecía una relación entre el molk y el sacrificio de las primicias, por la que se consideraba que tales holocaustos habrían de afectar de forma especial a los primogénitos.
[2] Cabe destacar el hecho de las pocas fuentes clásicas que tenemos sobre este ritual, limitadas a Diodoro Sículo y Clitarco de Alejandría, mientras que muchos otros autores grecorromanos que nos hablan del mundo cartaginés, como Heródoto o Plutarco nunca lo mencionan.