Los primeros cañones no tuvieron montajes: conducidos a rastras, se colocaban en batería sobre una especie de explanada y en posición fija e invariable sin poder bajar, subir o volver a cualquiera lado su puntería.
Se empleó el alza para elevar o bajar el punto de mira, según las distancias.
En las guerras del imperio francés, el general Allix se propuso corregir los defectos que existían en los montajes, conservando únicamente una cureña y una especie de carruaje salvo la diferencia del peso.
porque en efecto un mástil reemplaza a las antiguas gualderas: se adoptaron las lanzas para el arrastre de los carros de guerra que se hicieron todos de cuatro ruedas con un cuerpo delantero que se enganchaba con mucha facilidad por medio de un perno; se aligeró su peso todo lo posible pero para que al tiempo que el conjunto presentara bastante resistencia, fuese movible para seguir con la misma velocidad hasta los movimientos de la caballería.
Una cureña semejante sirvió posteriormente en las fortificaciones modernas en las que, a fin de no debilitarlas, no se abre en ellas cañoneras y se tira a barbeta.