Gran parte de su trabajo como crítica y editora gira en torno a la tradición literaria y se orienta, fundamentalmente, con enfoques feministas a la marginalidad del papel de la mujer.
Su mamá era una mujer bella e inteligente, que no se le escapaba nada, era cálida y muy maternal.
[1] Tras hacer insostenible su vida en España, en 1956 viajan a Colombia y se instalan en la ciudad de Bucaramanga.
Pérez Galdós, Unamuno, Valle-Inclán, Blasco Ibáñez, Pereda, Casona, Palacio Valdés, Martínez Sierra.
Su papá tenía una buena selección de literatura latinoamericana, y a los diez o doce años Montserrat estaba leyendo María, La vorágine, Doña Bárbara, Rubén Darío, Amado Nervo.
También las colecciones juveniles, desde la Condesa de Segur y Enid Blyton hasta Julio Verne, Conan Doyle, Salgari, todos los de aventuras que le regalaban a su hermano y las novelas históricas.
Sus favoritos eran Heidi, Mujercitas, La isla del tesoro, Cumbres borrascosas, Jane Eyre, Ivanhoe, Quo vadis, Ben Hur y El diario de Ana Frank.
Por ejemplo los cuentos de Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Washington Irving y Oscar Wilde, que de cuentos no tenían nada y me daban un miedo terrible".
Siempre tuvo conciencia de su inteligencia y eso jugó algunas veces en su contra.
Para ella las monjas franciscanas tenían mala ortografía, no entendían lo que leían, no sabían lo que enseñaban y todo era siguiendo el libro y de memoria.
[4] Su deseo de hacer cosas importantes y llamar la atención no tenía límites.
Eso parece muy abstracto, pero lo he ido aprendiendo con la vida, especialmente con un cierto horror que siento por los llamados intelectuales, por esa valoración exagerada de la lógica y la letra, como si los seres humanos estuviéramos cortados por la garganta y solo contara la cabeza".
[4]Para Montserrat Ordóñez su vida en Bucaramanga representó un incómodo choque cultural y lo que más la afectó fue el cambio de valores.
Pese a los esfuerzos de su padre para hacer de sus hijos auténticos colombianos, ella se sentía como Alicia a través del espejo, en un mundo incomprensible y al revés.
[6] Allí se interesa por la política, por la historia, por el trópico, por las colonias y por los viajes.
Luego de tres años en Europa, decide volver a Bucaramanga con fuerza y perspectiva.
Gracias a su necesidad innata de expresarse escribiendo, en la universidad se encuentra con profesores como Andrés Holguín que valoraron su escritura pues fue el primero que publicó artículos en Razón y Fábula hechos por ella.
Al terminar su carrera en 1969, se queda trabajando en la universidad enseñando castellano, inglés, literatura y humanidades.
[5] Allá aprendió portugués para estudiar literatura brasileña y meterse más en América Latina.
[8] También consiguió los derechos y publicó cuentos de escritores colombianos y latinoamericanos, como Antonio Di Benedetto, Pedro Gómez Valderrama, Víctor Giudice, Manuel Mejía Vallejo, Cristina Peri Rossi, Tomás Vargas Osorio, Rosario Ferré, Margarita Aguirre, Álvaro Cepeda Samudio, Ramón Vinyes, Silvina Bullrich, Carme Riera, Dalton Trevisan, Luisa Valenzuela, Rubem Fonseca.
Desde entonces trabajó en lo que se llama la revisión del canon, la reescritura de la historia literaria, estudiando principalmente a escritoras.
Allí empieza a trabajar en su ensayo sobre La vorágine para el Manual de literatura colombiana.
La aproximación a los textos se da desde una posición personal proveniente de su papel como lectora, crítica, escritora,y, sobre todo, mujer.
En su investigación sobre la obra de Soledad Acosta se puede reconocer su interés por las mujeres escritoras, y por la tradición literaria.
[11] Para este premio se aceptan etnografías, biografías, monografías, antologías, memorias y ensayos relacionados con la escritura femenina colombiana en español o inglés.
El premio que se concede cada año par ha sido entregado a las siguientes obras: