Directamente, tuvo un funeral correspondiente al de un pontífice y fue depositado en las grutas vaticanas.
[6] En su libro Juan Pablo I: Caso abierto, el sacerdote y teólogo Jesús López Sáez sostiene la tesis de que Luciani sufrió un homicidio.
[8] Años antes, al entonces cardenal se le encontró un coágulo de sangre en el ojo.
Si ello hubiera parado en el corazón o los pulmones, habría muerto al instante, sin siquiera darse cuenta.
Sor Margherite recuerda que "al entrar en la habitación, vio al papa como dormido, con la cabeza ladeada a la derecha, los ojos entreabiertos, las gafas puestas, con una ligera sonrisa en el rostro, el pijama puesto y sujetando entre sus manos tres folios mecanografiados con pasajes de la biblia (Mateo 11:18-19)[10] que al parecer el papa iba a leer en el Ángelus del siguiente domingo".
Respecto a la autopsia, la misma no se realizó, puesto que fue directamente embalsamado.