Es así que en 1994 se comienzan a elaborar los primeros murales con la colaboración de artistas plásticos rosarinos, en muros cedidos por los vecinos.
Los mismos se encuentran en cualquier pared que su propietario lo permita: una casa particular (donde hasta sus puertas y ventanas pueden quedar integradas al mural), un comercio, una oficina pública, o el muro de un terreno.
[8] En 2001, la comisión de vecinos pro Arte Mural de la ciudad, recibió el premio Morosoli institucional otorgado por la Fundación Lolita Rubial[9] “por su apuesta a revalorizar y rescatar valores históricos comarcales a través del Arte Mural”.
[10] Dichas placas llaman la atención del visitante no solo por su forma, sino también por su divertido contenido y por lo insólito de sus mensajes.
El mismo surge como homenaje a destacados personajes del carnaval rosarino, tales como la Murga Los Pichoneros y la Troupe estudiantil Los Cosacos de 1939.