La pieza fundacional a partir de la cual se crea el museo, fue la coraza de un gliptodonte, hallada en el año 1959 en las barrancas del Río Quequén Grande, por dos pescadores y socios del club, Efraín Rumi y Francisco García.
[6] El objetivo que tenía Gesué Noseda como director del museo era lograr la articulación de la institución con la comunidad, e impulsar y fomentar las investigaciones científicas en la zona, en diferentes líneas de competencia.
Esto propició el intercambio y el diálogo entre los/as interesados/as, a quienes llevó a recorrer el territorio con el fin de señalarles lugares donde había encontrado o donde potencialmente se hallarían restos, así como también posibilitó la solicitud de préstamos para realizar exhibiciones temporales.
Posteriormente, Lafon puso en contacto a Gesué Noseda y al Dr. Guillermo Madrazo, con quien compartía lugar de trabajo y quien, a su vez, trabajaba en el Museo Etnográfico Dámaso Arce.
La importancia de sus colecciones y exhibiciones, sumada a las relaciones duraderas que han sabido establecer sus miembros, desde su fundación hasta el presente, y las continuas actividades que desarrollaron y continúan desarrollando, han logrado que este museo sea reconocido tanto a nivel nacional como internacional.
[9] A su vez, se encuentran exhibidos restos de Hoplophorus (mulitas) y Eutatus (tatú carreta).
Fue la primera cartografía general de contenido arqueológico realizada para la zona y fue publicada por el Dr. G. Madrazo en un artículo científico en la revista Etnia.
En este lugar se realizó la excavación y los restos fueron llevados al Museo de La Plata para su estudio.
En la actualidad, se está trabajando en el proyecto Lobería: sierras, mar y río.
Encuentros entre investigadores y comunidades locales", ambos proyectos desarrollados por investigadoras/es del Museo de La Plata, participación en videos documentales, entre otras.