Los naucleros no mandaban necesariamente su barco: por una parte, no siempre tenían la formación técnica necesaria para maniobrarla, en cuyo caso delegaban esta tarea a un kybernétès; por otra parte algunos naucleros no estaban presentes en el barco y confiaban el mando a un nauphylax, a los que se añadían eventualmente un administrador de la carga y un gestor de provisiones.
[2] Este último caso con tendencia a devenir la norma para los naucleros en el periodo helenístico: no eran más que simples armadoress, hombres de negocios que soportaban los riesgos financieros de la travesía, pero se quedaban en tierra.
[4] La gran rigidez de los contratos de préstamo a la gruesa ventura a menudo suscritos por los naucleros, que definían precisamente la duración, el itinerario y las etapas del viaje, había tenido sin duda como consecuencia, al menos parcialmente, «sustituir un comercio bipolar en un comercio multipolar» anteriormente en uso[5] Parece, por lo tanto, que los naucleros disponían por una parte, salvo cuando la carga estaba constituida de esa mercancía altamente estratégica que era el grano, de una mayor libertad que no sugieren los contratos.
En el periodo helenístico, Filóstrato dice a propósito de los naucleros: «están constantemente luchando para encontrar un mercado mal abastecido, y se pasan la vida entre los distribuidores y pequeños comerciantes, para vender, comprar».
Por otra parte, la necesidad era a menudo ley: el cargamento de agua y de víveres como el espacio correspondiente para los hombres de la tripulación era calculado de manera muy precisa para disponer del máximo espacio para las mercancías: por lo tanto, «cuando se podía, no se necesitaba detenerse en un puerto, en primer lugar dar las gracias a Poseidón por su protección y para hacer aguada, llevar a cabo todos esos pequeños trapicheos más o menos legítimos que enriquecen a los marineros y dormir tranquilos».