El estándar exigía que la Royal Navy mantuviera un número de acorazados al menos igual a la fuerza combinada de las dos siguientes armadas más grandes del mundo, que por entonces eran Francia y Rusia.
Inicialmente, el Parlamento se opuso al aumento de los gastos navales por varias razones.
El fortalecimiento de las armadas francesa y rusa fue otro factor que apuntaba a la supuesta debilidad británica.
El Primer Lord del Almirantazgo, George Hamilton, argumentó que el tamaño y el alcance del nuevo programa de construcción disuadirían las ambiciones navales de otras potencias.
Los esfuerzos de construcción naval anteriores se habían detenido debido a una asignación anual insuficiente.
Al financiar la expansión durante un período de cinco años, los saldos residuales de un año podrían transferirse al siguiente, permitiendo que la producción continuara ininterrumpidamente, a costos muy reducidos.
[5] Esto también apuntaba a que los británicos completaran sus buques de guerra.
Mientras que el Reino Unido había completado 10 acorazados y tenía otros 3 en construcción o proyectados, los franceses y rusos habían comenzado la construcción de 12 acorazados combinados, con otros 3 proyectados.