Debido a una severa neumonía pasó cerca de dos años en casa, donde sería educado por profesores particulares y desarrollaría su admiración por la literatura clásica.
Reunió una biblioteca personal inmensa que contenía más de 30.000 volúmenes (conservada actualmente por la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá) en torno a los cuales centró toda su existencia filosófica y literaria.
Consideraba que las estructuras jerárquicas debían ordenar la sociedad, la Iglesia y el Estado.
Criticó el concepto de soberanía popular y también algunos cambios que introdujo la Iglesia católica a raíz del Concilio Vaticano II, en particular la renuncia a celebrar la misa en latín.
Esta fue la razón por la que su pensamiento se puede describir como una forma de teología política.