[11][12][13] Dedicado a la equitación desde temprana edad, fue reconocido como maestro en equitación desde que cumplió los 23 años, y dos décadas más tarde, su influencia y fama se extendieron fuera de las fronteras de su Portugal natal.
Nuno Oliveira no sólo fue un gran instructor, jinete y entrenador, también fue una persona extraordinaria.
Fue condecorado varias veces por el Gobierno portugués, y era reconocido a nivel mundial.
[15] En esos años de inicio, Nuno Oliveira paralelamente siguió sus estudios en el colegio anglo-portugués.
[23] Nuno Oliveira logró hacer una rápida carrera en la equitación, comenzando por trabajar los caballos de los comerciantes portugueses y de las familias pudientes, y en esos comienzos sin tener caballeriza o picadero propio.
[16] En 1967, Nuno Oliveira impartió sus primeras lecciones en Bélgica, donde en lo sucesivo fue reinvitado dos veces cada año.
»), a lo que Oliveira le respondió: « Par nos chevaux » (en español: « Por nuestros caballos »).
En el momento de su fallecimiento, su cuenta bancaria no tenía la suma necesaria como para hacer repatriar su cuerpo a Portugal, y su hijo João tuvo que recurrir a los caballos de instrucción para reunirla.
[16] Nuno Oliveira es conocido por su excepcional sensibilidad artística,[24] y también señalado por sus pares como una persona colérica e irritable.
Se llegó a enojar y molestar, por ejemplo, con algunos expertos en equitación, entre ellos René Bacharach, que sin duda era uno de sus admiradores.
[26] En un primer análisis su pensamiento en este sentido podría parecer demasiado simplificado y rígido,[29] ya que desvalorizaba (léase: despreciaba), las opiniones de los expertos que se oponían o cuestionaban sus enfoques ecuestres.
[34] Según Michel Henriquet, « Nuno tenía las reacciones imprevisibles de un artista muy afectado por sus propias inquietudes y por su ser interior ».
Nuno Oliveira tenía una gran habilidad para juzgar el momento psicológico propicio del caballo y sacar ventaja de ello, es decir, descubrir el momento correcto para exigir y recrear.
Cuenta el maestro Luis Valença que en su picadero había un animal que a él le parecía con pocas habilidades y capacidades y por tanto quería dejarlo para clases de tandas.
Era imposible imaginar su mundo ecuestre separado de su vida personal, incluso esta realidad era comprobable en la teoría que él impartía en sus lecciones magistrales.
Su figura a caballo manifestaba un universo de magia, sabiduría y reflexión ecuestre.
Con el suave contacto de sus manos lograba una armonía y una cadencia perfecta en sus caballos.
Los jinetes que sujetan a sus caballos son insignificantes y no progresarán nunca.
[36] Este experto portugués poseía una rara habilidad para expresar verbalmente lo que eran sus sensaciones y sus sentimientos.
Ciertos observadores lo aproximaban a lo que había sido la equitación de tradición francesa tal como se practicaba en el siglo XVIII, unida a un baucherismo moderado, o sea y en definitiva, una particular síntesis de diferentes corrientes ecuestres con origen en diferentes países.
En sus lecturas, el portugués percibía una unidad fundamental entre los métodos de los diferentes maestros.
El citado contaba, cuando Oliveira le pidió de cantar en su picadero, haber querido que el maestro montara en esa ocasión un viejo caballo llamado Ansioso, que le hacía « recordar a Beethoven ».
Los caballos de Nuno Oliveira tenían un vínculo especial con la música, pues estaban habituados a moverse siguiendo los ritmos musicales.
[45] Una sala le ha sido dedicada a esta raza en la Académie du spectacle équestre de Versailles, en Francia.
[24] Después de su fallecimiento, numerosos expertos europeos prefirieron practicar con caballos ibéricos.
[46] Dos documentales especiales le fueron dedicados : (1) Nuno Oliveira, l’écuyer du XXème siècle distribuido por '24 images production' en el año 2007, y (2) Nuno Oliveira, 20 ans après, difundido en el año 2009.
En esos días, Nuno Oliveira había entonces retomado su caballo Faris para enseñarle el contra galope (en francés: galop à faux ; en inglés: counter canter),[52][53][54][55] y por cierto, Maxime Le Forestier sintió y vivió esas lecciones como si él mismo fuera un centauro, para así reflexionar poco y volver los gestos lo más instintivos posibles.