Odi et amo

Ya siglos antes Safo planteó un dilema similar y resumió esta paradoja en una sola palabra: glukuprikon, agridulce[1]​.

Igualmente, Anacreonte ya había dicho: "De nuevo amo y ya no amo, enloquezco y no enloquezco."

Al poeta no le queda otra opción que darse cuenta de la situación y por tanto, sufrir.

El verbo que lo cierra: excrucior (literalmente: "estoy en la cruz") es a la vez preciso y de gran amplitud semántica.

Por una parte, el suplicio del crucificado es una metáfora elocuente de la condición del amante, pendiente de dos pasiones opuestas y desgarrado por ellas; por otra, la cruz era el castigo para los esclavos rebeldes: Catulo, en otros poemas, se ve a sí mismo como esclavo de Lesbia (así en el Carmen 75, Huc est mens deducta tua, mea Lesbia, culpa; o en el 63, sobre el mito de Atis que sacrifica su virilidad a la diosa Cibeles).