Olivar del Conde

La loma, que abarcó desde los alrededores de lo que hoy se conoce como Alta Tensión y hasta la Calle 36 de la segunda sección de la colonia, fue heredada por ella al enviudar y, tiempo después, al contraer matrimonio con su apoderado, el licenciado Manuel Quintana Bazán, decidió poner a la venta dicho predio, nombrando a unos representantes cuya labor principal era recoger las aportaciones obtenidas por los primeros colonos.

El único medio de transporte público existente en ese momento llegaba hasta este punto.

Además del transporte se habilitaron otros servicios como el agua, la luz eléctrica y el drenaje.

En el caso del agua, se construyeron fuentes para que la gente pudiera abastecerse, sin toma directa desde los hogares.

Entre las construcciones de la Colonia Olivar del Conde se pueden destacar las siguientes: [3]​ [6]​ (inaugurada en 1969) ubicada en Av.

Hidalgo y Calle 36 s/n, al límite con el fraccionamiento Colinas del Sur, Delegación Álvaro Obregón.

En el tiempo Durante esos años en que comenzó la Colonia Olivar del Conde y debido a la poca población existente, se empezaron a suscitar algunas leyendas urbanas tales como "la aparición del conde” en la cual mencionan a este personaje que en un momento se cree fue el dueño de esas tierras, y el cual penaba por las noches dejándose ver aproximadamente entre las 12:00 y 1:00 a.m.

Existe otra relato el cual cita a una imagen ya un tanto conocida a la cual llamaban "La Llorona" esta leyenda esta ubicada en tiempos coloniales, sin embargo no se sabe la causa real de su aparición, cabe mencionar las similitudes en el tiempo y el panorama que ocupa según los relatos para mostrarse ante la gente puesto que es citado en un ambiente solitario y con poca población de forma regular por las noches en puntos fijos como barrancas, ríos y/o prados abandonados con la icónica frase “¡Ay, mis hijos!”.

Una calle en la Colonia Olivar del Conde, en la actualidad.
Ruta 15, principal transporte público que atraviesa la colonia Olivar del Conde.