Trasladado a un batallón contraguerrilla en Urabá, por su actuación en combate le fue otorgada la medalla de Servicios distinguidos en Orden Público.
El capitán Mazo organizó rápidamente la defensa y rechazó el primer asalto de los subversivos que pretendían someter la base rápidamente en un golpe de mano.
Los uniformados los obligaron a recular otra vez, cuando el mismo capitán Mazo mató con su fusil al comandante rebelde, quien trataba en ese momento de asaltar la trinchera en que se hallaba el oficial.
La toma en ese punto hubiese fracasado de no haber sido por la falta de apoyo y asistencia aero-táctica que recibieron los soldados (los refuerzos llegaron hasta 2 días después).
Entonces los guerrilleros alebrestados por el propio Marulanda quien increpo por radio al comandante Rolando Romero acusándolo de cobarde, volvieron a la carga.
Alentados por su superioridad que ya era aplastante, los subversivos avanzaron progresivamente hacia el interior de la base y para el mediodía del 31, habían obligado a rendirse a la mitad de la tropa sobreviviente.
Pero los guerrilleros los estaban esperando y abrieron fuego con una M-60 sobre los soldados que avanzaban a descampado.
Mazo recibió un balazo por la espalda y otro en la región inguinal, que lo hizo caer en tierra definitivamente.