El sustantivo pertenece, en la poesía, al dialecto jónico, y deriva de οὔρος (oúros) u ὄρος (óros), «montaña, monte, colina».
Hesíodo no los individualiza ni los cita por sus nombres, solo los menciona como un colectivo:«Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses.
[5] Esta vez Ovidio nos habla de Tmolo, quien servía de árbitro en un certamen entre los dioses Pan y Apolo, ante el rey Midas:«Los riscos del Tmolo, escarpados y anchos y altos, mirando a través del mar, a un lado caen a Sardes, al otro alcanzan su fin en la pequeña Hipepa.
Allí Pan cantaba sus canciones, alardeando entre las gentiles ninfas, y tocaba ligeros aires con su caña, y se atrevía a presumir de que la música de Apolo era la segunda después de la suya, ensayando con el viejo Tmolus como juez en una contienda desigual.
Con un toque experto pulsó las cuerdas y, conquistado por los acordes tan dulces, el viejo Tmolo ordenó a la caña que se inclinara hacia la lira.