En 1817, después de otro incendio, el palacio fue cedido por Andrea Corner al patrimonio estatal del Imperio austríaco, que instaló en él la delegación provincial Imperial y a continuación también la lugartenencia Imperial, equivalente a la prefectura.
La parcela es alargada y el edificio presenta una planta con forma de dado, casi rectangular con un patio al norte.
El arquitecto decoró la zona inferior (primer orden) con almohadillado, y dio ritmo a las plantas superiores con una serie de arcos que amplifican el efecto de claroscuro del edificio, revelando su matriz clásica, donde los entrantes prevalecen sobre los salientes.
En el segundo orden hay ventanas enmarcadas por arcos con balaustre, divididas por parejas de columnas jónicas decorativas que sostienen un entablamento.
Se puede hablar por tanto de fusión de dos realidades arquitectónicas diferentes: la tipología neopalacial romana y la concepción véneta según la cual columnas, arquitrabes y arcos vuelven a tener una función portante.