Perfectamente orientada, su cara sur recae al Camino Barranquet, constituyendo así la fachada principal, como lo demuestran los elementos de piedra labrada que la realzaban.
En 1860 Miguel Nolla, quien buscaba un lugar donde ubicar su fábrica, decide aprovechar los terrenos y el edificio —propiedades de su esposa Juana Sagrera Guix— para llevar a cabo su proyecto.
Su hija, Yvonne Volozan, seguirá ocupando hasta la década de los 80 la villa que, posteriormente, mantendrá su nombre.
Una vez deshabitado empezó su inexorable deterioro, hasta llegar a un estado de ruina inminente.
Este trabajo, galardonado con el European Union Prize for Cultural Heritage/Europa Nostra Award 2012,[3] ha permitido planificar las intervenciones a realizar.
Así, desde el año 2011 se están realizando periódicamente obras de restauración.