Era especialmente venerado en Arcadia, a pesar de no contar con grandes santuarios en su honor en dicha región.
[2] Pan era también el dios de la fertilidad y a menudo se le representa con un falo.
Le agradaban las fuentes y la sombra de los bosques, entre cuya maleza solía esconderse para espiar a las ninfas.
En este caso, Pan se aproxima a la noción de Demonium Meridianum (δαιμονίου μεσημβρινοῦ, demonio del mediodía).
[8] Pan no posee una ascendencia unánime, pero en general se considera que Hermes había sido su padre.
[17] En la poesía sobre catasterismos se dice que Zeus y Egipán — el «Pan cabruno»—[18] fueron criados por las mismas nodrizas y que incluso Pan, apoyando más adelante a Zeus, puso en fuga a los titanes emitiendo un alarido terrible.
[21] Esta tal Hibris, de la que nada más se sabe, parece guardar relación con la dríade Erato.
En la cabeza tenía dos cuernos y su cara era arrugada, con una barbilla prominente, con todo el cuerpo cubierto por una espesa capa de pelo.
Por ello, tras ganar efectivamente la batalla a causa de un súbito pánico en las filas enemigas, fue incluido entre los grandes dioses reconocidos por el estado.
También estaban consagrados a Pan los montes Ménalo, Lampea y Nomia, todos ellos en Arcadia.
[38] Los ritos de fertilidad originales fueron asumidos a partir del siglo V por las Bacantes, que duraron hasta bien entrada la Edad Media.
Así que, cuando llegó frente a Palodes, y no había ni viento ni olas, Tamo, desde la popa, mirando hacia tierra, dijo las palabras tal como las había oído: «El gran Pan ha muerto».
Como había muchas personas en el barco, la historia pronto se difundió por Roma, y Tamo fue llamado por Tiberio César.