El evangelista, que pone esta enseñanza en labios de Jesús de Nazaret, ubica esta parábola en un pasaje en el cual se realiza una llamada a la conversión y al arrepentimiento, y con ella estimula a los oyentes a rectificar sus conductas.
[6][7] Se la considera, pues, un símbolo del pueblo de Dios.
En esas parábolas, Jesús dejaba al oyente sacar su propia conclusión.
[9] El uso de la higuera, que simboliza al pueblo de Israel, implica que la pertenencia al pueblo de Dios no significa una protección frente al juicio final,[10] y que cada quien debe producir sus frutos.
El árbol simboliza al pecador que no dio frutos de conversión.