La paradoja del cuervo fue propuesta por el filósofo alemán Carl Hempel en la década de 1940 para ilustrar un problema donde la lógica inductiva desafía a la intuición.
Esta conclusión parece paradójica porque implica que se ha ganado información sobre cuervos observando una manzana.
Si se examina a un millón de cuervos, y se observa que todos son negros, la creencia en la teoría «todos los cuervos son negros» crecerá ligeramente con cada observación.
[cita requerida] Por lo tanto, observar una manzana roja proporciona evidencia empírica para sostener esta segunda afirmación.
El lógico estadounidense Nelson Goodman ha sugerido añadir restricciones al propio razonamiento, como no considerar nunca que un caso válido «todos los P son Q» sí valida también «ningún P es Q».
Esta sugerencia también ha sido cuestionada, sin embargo, con el argumento de que no se puede tener distinto nivel de creencia en dos afirmaciones si se sabe que ambas son o ciertas o falsas al mismo tiempo.
Observar una manzana roja realmente incrementa la probabilidad de que todos los cuervos sean negros.
Así, observar otra cosa no-negra que no sea un cuervo debería cambiar muy poco la creencia en la teoría si se lo compara con la observación de otro cuervo que sí sea negro.
Sea X una instancia de la teoría T, e I toda la información sobre el entorno.
Si se le pide a alguien que escoja una manzana al azar y la muestre, entonces la probabilidad de ver una manzana roja es independiente del color de los cuervos.
Ver una manzana roja no afectará la creencia de que todos los cuervos son negros.
Ver la manzana roja sólo aumentará ligeramente la creencia de que todos los cuervos son negros.