Durante su estancia en la Ciudad del Vaticano (1929-1958) fue considerada como una persona influyente.
Hermana de la Santa Cruz, en 1918 fue destinada a Múnich para trabajar el servicio del Nuncio Apostólico ante el rey Luis III de Baviera monseñor Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, permaneciendo a su servicio durante más de cuarenta años.
Pacelli se opuso y durante el forcejeo recibe la ayuda de sor Pascualina que se interpone entre el nuncio y los asaltantes.
Discreta y silenciosa, simpatiza con el futuro cardenal de Nueva York Francis Spellman.
[cita requerida] Tras su muerte, recibió cristiana sepultura en el Cementerio Teutónico de la Ciudad del Vaticano.