Pedro Augusto fue el primer príncipe del mundo que se graduó en Ingeniería civil y escribió diversos trabajos sobre mineralogía.
[9] Por ello, Pedro Augusto pasó la mayor parte de su primera infancia entre Brasil y Europa.
[11] Ese mismo año, el emperador y su mujer realizan su primera visita a Europa donde un consejo de familia decide que Pedro Augusto y su hermano Augusto Leopoldo deben volver a Brasil para que sean educados por los abuelos maternos.
Padecía asimismo un recurrente miedo a la muerte, ya que temía estar infectado de la misma enfermedad que mató a su madre, y esto se convirtió en una preocupación para el padre y los abuelos.
[19] La preferencia del emperador por su nieto mayor era motivo de celos para la princesa Isabel y alimentaba los rumores sobre un cambio en la línea sucesoria.
Las sumas de dinero que pedía a su padre aumentaron de forma considerable y llevaron a Luis Augusto a pedir explicaciones al emperador:[21] El Príncipe Consipirador, como lo llamaban en el Parlamento, tuvo según sus contemporáneos una activa participación en la campaña que pretendía ascenderlo al trono en detrimento de su tía y su primo.
[23] De hecho, en su gira europea, Pedro Augusto fue recibido con el boato propio del sucesor de Pedro II en todos los países y casas reales por donde estuvo y su popularidad creció visiblemente.
[25] Al entusiasmo del príncipe se contraponían las palabras proféticas de su hermano Augusto:
[29] A bordo del Alagoas el príncipe presentó su primer brote psicótico, ya que intentó estrangular al comandante del barco acusándole de haber recibido dinero si los mataba a todos.
Ya en el exilio, Pedro Augusto es internado para que reciba tratamiento psiquiátrico en Graz.
[35] Con el abandono de los llamados "pedristas", los síntomas psiquiátricos de Pedro Augusto se agravaron progresivamente; se pasaba las noches sin dormir, no comía, balbuceaba palabras incompresibles o le gritaba a enemigos imaginarios.
Frecuentemente los criados del palacio Coburgo lo encontraban en cuclillas con la mirada perdida y con espuma en la boca.
A petición del médico Jean-Martin Charcot, el joven fue examinado por el famoso psicólogo Sigmund Freud como describió Augusto Leopoldo en una carta enviada al barón de Santa Vitória: Aunque había recuperado la razón, el joven no recuperó el apoyo de sus antiguos correligionarios, que acabaron prefiriendo a su hermano como pretendiente al extinto trono.