Pedro Bustamante (escritor)

Fueron sus padres José Ramón Bustamante Ubarri y Regina Eugenia San Martín.

Simpatizante del bonapartismo, ejerció como profesor de francés en Paysandú hasta su muerte en 1847.

Allí persigue, desde sus orígenes en el siglo XVIII, la eclosión del utilitarismo en sus contactos con el liberalismo y en su insinuante “materialismo social” enaltecido, con la prestigiosa aureola que le otorgó Bentham, su fundador.

Cerrada su gestión ministerial en los prolegómenos del derrumbe, Bustamante inicia un paréntesis en su actividad política.

Aun con las disidencias parciales que guarda respecto de Bastiat (el espíritu volteriano que anima los "Sofismas"), el credo de Bustamante, explícito en el siguiente fragmento, no se apartó sustancialmente del tono normativo de los economistas de 1850: "La economía política — decía al tomar posesión del aula en 1867 — ha reducido a su verdadero valor esas quimeras peligrosas que no ha mucho conmovieron en sus cimientos a las sociedades europeas [alude al socialismo] y también han servido en Francia a la causa del despotismo anárquico, asegurándoles el puesto preeminente que les corresponde entre las invenciones de la humana locura; y ha demostrado con argumentos incontestables e incontestados: 1° que toda la riqueza deriva de la energía del trabajo individual o de la actividad espontánea de los hombres, la cual se somete por sí misma o por la sola fuerza de las cosas, a ciertas leyes regulares y constantes que la encaminan hacia los resultados más felices; y 2° que la más fecunda y admirable organización de la industria, la que más justa y equitativamente distribuye los frutos del trabajo, es la organización natural, aquella que hace esa distribución con sujeción al principio que dice: 'a cada uno según su capacidad y a cada uno según sus obras'".

[3]​ Alfredo R. Castellanos, en un artículo publicado en la revista “Marcha” (1973) cita la opinión de Blanca París respecto a la gestión del doctor Bustamante en el rectorado.

Realizó una intensa actividad, solicitando al gobierno la sanción de nuevos planes y reglamentos.

Procuró restablecer la disciplina interna: “No se me oculta — decía el flamante rector — el concepto, acaso exagerado, que muchos de los jóvenes estudiantes tenían de mi severidad al tiempo de mi elección, pero dado el estado en que encontré este Establecimiento al recibirme de él... es permitido asegurar que sin desplegar severidad no era ya posible salvar a la Universidad; y agregaré, que la misma opinión exagerada que se ha tenido de la mía, me ha valido no poco para vencer en breve tiempo las resistencias con que era forzoso luchar para conseguir el restablecimiento del orden y de la subordinación, primera condición de conservación y progreso en establecimientos de esta especie, y para cortar ciertos abusos que obstaban invenciblemente a la regularidad y aprovechamiento de los estudios”.

Eran los representantes y pilares del liberalismo, predicado por el doctor Carlos de Castro desde la cátedra de economía política (1861), que había evolucionado hasta devenir norma y doctrina.

Ese ardor por la libertad política y económica encandiló a los jóvenes universitarios del 70.

Todo se discutía en las aulas, en los clubs, en la prensa, y así llegaron a conocer toda la paleta de doctrinas económicas, filosóficas y religiosas, siendo el liberalismo la meta final.

“Una acertada reforma… y una mayor libertad acordada por el legislador a la enseñanza superior y científica que es la que más la necesita — decía Bustamante a la Sala de Doctores —, porque la verdadera ciencia no puede progresar ni aun existir siquiera sin libertad, darían un poderoso impulso al desarrollo de los estudios universitarios.

Más aún: tengo la conciencia de que no sería nuestra Universidad la que menos ganase en todo sentido con la adopción de semejante régimen: pero, a no dudarlo, ganaría el país, y es lo principal”.

Sus escritos históricos, filosóficos ("Meditaciones") y sobre el derecho están recopiladas en varias antologías.

Esto lo alejó por varios años de la actividad política (se exilió nuevamente en Buenos Aires, donde pasó grandes dificultades económicas), continuando su militancia en las filas de la oposición como simple ciudadano.