[3] La enfermedad actúa tan rápido, que en cuatro o seis días logra provocar la muerte al paciente entre grandes dolores.
[5] Durante ese verano, algunos murieron y otros huyeron, quedando muchas de las ciudades como pueblos fantasmas.
[6] El Concejo estableció una multa a todos aquellos mesoneros que alojasen en sus casas a personas forasteras si no lo avisaban al concejal de semana con tres mil maravedíes y veintidós días de cárcel.
[7] Esto no solo afecta a nivel demográfico, sino también social, cultura y político puesto que mucha gente tenía miedo de infectarse debido a que haber pasado la enfermedad no provocaba inmunidad.
[4] Todo esto no solo provocó muertes, sino también una gran pobreza a la ciudad, puesto que los gastos de hospitales y medicamente eran caros.
[12] Respecto al clero, de las cuatro órdenes religiosas establecidas en Logroño, muchos murieron.
También recomendaba quemar todo aquello que hubiera estado en contacto con el infectado, desde ropa, muebles u otros objetos.
[4] Se hacían quemas a su vez de hierbas que purificaban el aire, creyendo así que podían evitar a la enfermedad si el aire estaba más limpio.
[14] Para finales de agosto se decretó que la epidemia había finalizado, aunque no fue del todo cierto.
Se determinó que todas aquellas personas que cumplían estas características debían aislarse a las afueras de la ciudad durante quince o veinte días hasta lograr comprobar si eran cicatrices o era la enfermedad latente.