En ocasiones el mismo niño Jesús, del que era muy devota, se dormía en sus brazos.
[4] A tal suceso alude probablemente José de Viera y Clavijo en una estrofa del canto III de Los Vasconautas:
Otras veces los coros angélicos con el rey David a la cabeza le ofrecían conciertos o la ayudaban a derrotar al demonio, que la visitaba en forma de gato muy grande o de perro ardiente.
[7] También tuvo gran devoción a otra imagen que fue de su propiedad, la del Niño Jesús del monasterio cisterciense de Teror, conocido popularmente como el Niño Llorón porque lo veía llorar.
Sucedió, sin embargo, según contaba el arcediano Calzadilla, que en cierta ocasión le dieron un barniz a la imagen y quedó muy mal con el arreglo,