Estos peces sobrepasan los 1000 metros de profundidad, distancia donde la luz solar no llega.
Otras sobrepasan estos límites como el caso de la Babosa de aletas afiladas Careproctus longifilis que se puede sumergir a una profundidad que va desde los 8000 hasta los 9000 metros.
[3][4][5] Estos peces están adaptados para vivir en este entorno que carece de luz.
Soportan las altas presiones ya que sus tejidos poseen grandes cantidades de agua, gracias a esa «igualdad de presión interior-exterior no mueren aplastados».
[6] En otras palabras, sus cuerpos y sus órganos están adaptados a estas presiones desde que nacen y, por tanto, no experimentan ningún tipo de cambios o diferencias.