Estos materiales se presentan como una alternativa más sostenible, especialmente en aplicaciones donde se requiere la descomposición del material después de su uso, como en envases y productos desechables.
La sustitución de plásticos biodegradables por sus equivalentes reciclados genera ahorros energéticos y disminuye el impacto ambiental.
[2] La historia de los plásticos biodegradables ha evolucionado desde los primeros intentos en la década de 1930 con materiales como el almidón y la caseína hasta convertirse en una alternativa ecológica respecto a los plásticos convencionales.
[4] Para abordar los problemas ambientales, se busca reemplazar los envases de plástico tradicionales, lo que implica utilizar plásticos renovables que mantengan un rendimiento alto y costos bajos.
Entre estos, se encuentran materiales como: La biodegradación de plásticos biodegradables es un proceso gradual en el cual estos materiales se descomponen en el medio ambiente gracias a la actividad de microorganismos, incluyendo bacterias y hongos.
Si estas condiciones no se cumplen, la descomposición puede ser más lenta o incompleta, lo que puede afectar su efectividad ambiental.
Dado que no se pueden mezclar con otros tipos de plásticos, se requiere una infraestructura de reciclaje separada y específica para estos materiales, lo que puede aumentar los costos y la logística involucrada en su gestión.