En el juicio también participaron un clérigo de la Inquisición, un notario y varios testigos.
Los participantes se embarcaron y realizaron el juicio en la zona del mar donde ocurrían los problemas.
El abogado defensor utilizó como argumentos en su defensa que los delfines eran criaturas de Dios, tenían derecho a alimentarse y poblaban la zona antes que los habitantes de Candás.
[3][4] El documento señala que el cronista del rey Felipe IV, Gil González Dávila, publicó este hecho en su libro "Teatro Eclesiástico de la Santa Iglesia de Oviedo".
Es obra de Vicente Menéndez- Santarúa y se encuentra en el parque Maestro Antuña.