Poema del amor y del mar.

Dedicada a Henri Duparc, constituye, junto con el Canto perpetuo, la mayor obra del músico para voz y orquesta.

El mar bajo el sol brillante estará en llamas, Y sobre la fina arena vienen a besarse Haz rodar cuchillas deslumbrantes.

Tú a quien la Juventud y el Amor transfiguraron, Tú me apareciste entonces como el alma de las cosas; Mi corazón voló hacia ti, te lo llevaste sin retorno, Y del cielo entreabierto llovieron rosas sobre nosotros.

Que sonido tan triste y salvaje ¡Es el momento de decir adiós!

El mar rueda en la orilla, burlándose y preocupándose poco Que sea el momento de decir adiós.

Pasan los pájaros, con las alas abiertas, sobre el abismo casi gozoso; En el sol brillante el mar es verde, Y sangro, en silencio, Mirando los cielos brillar.

Nunca tan suavemente el cielo oscuro lo tuvo ¡Las mil rosas doradas de las que cae el rocío!

Ernest Chausson en 1897.