Política cultural francesa

La política cultural francesa reagrupa las acciones gubernamentales, administrativas y territoriales, orientadas hacia una apuesta cultural.

[1]​ La política cultural francesa se distingue en efecto por su larga historia, la fuerte presencia del Estado, y la continuidad de las instituciones a lo largo de los siglos.

[2]​ Las primeras decisiones se toman en paralelo al advenimiento del Estado y su afirmación frente al poder religioso.

Las acciones actuales y la administración de la que emanan, resultan en una sucesión de rupturas políticas e institucionales, mezcladas continuamente con el apoyo de los dirigentes a través de los siglos, y en gran medida moldeadas por algunos hombres y mujeres.

La concepción de un deber de intervención de las autoriadades en el arte y la creación, cuya aparición la data Djian en el siglo XVII,[1]​ hoy parece todavía legitimada por la situación preponderante que dan a la cultura los franceses en las prioridades políticas Sondeo de Le Monde (diciembre de 2006) sobre la prioridad política de los franceses: n.º 1 la política exterior, n.º 2 el medio ambiente, n.º 3 la economía, nº 4 la cultura Según los regímnes, estas acciones se inscriben en diferentes apuestas: constitución de una cultura nacional y defensa de la diversidad cultural[], oposición entre cultura erudita y popular, salvaguarda del patrimonio cultural y apoyo a los creadores contemporáneos, esplendor de Francia zócalo democrático, industrialización cultural y la no mercantilización del arte.

Sede del Ministerio de Cultura, en el Palacio Real , símbolo del voluntarismo cultural del Estado.