Al poco tiempo, Juan Antonio cae enfermo de pulmonía y casi fallece, pero logra recuperarse.
[4] Al graduarse del colegio, Juan Antonio viaja a Quito, donde poco antes había tenido lugar la Revolución Juliana.
Luego de una confusa visita a Santa Cruz, Fernando se suicida y Juan Antonio encuentra un cuaderno en que Fernando cuenta la historia de su vida y su atracción por muchachos desde corta edad.
[4] El académico ecuatoriano Pedro Artieda calificó a la novela como «bello texto» y aseveró que era una obra que debía ser reeditada y leída por nuevas generaciones, además de referirse a Carrión como uno de los mejores novelistas del país.
La novela también empuja la idea de que compartir características consideradas como «femeninas» estaba relacionado con la «inversión sexual» cuando se presenta en personajes masculinos.
El más claro ejemplo de ello es el personaje de Enrique Santa Cruz, a quien Artieda compara con el protagonista del cuento «Un hombre muerto a puntapiés» (1926), de Pablo Palacio, y que es presentado en la novela como un esteta corrompido y descrito en los siguientes términos:[2] La caracterización negativa que Carrión realiza de Santa Cruz es similar a la hecha por otros autores ecuatorianos que escribieron sobre la homosexualidad en el siglo XX, entre ellos Joaquín Gallegos Lara, Pedro Jorge Vera y Rafael Díaz Ycaza.
No obstante, durante el final de la novela, Carrión toma una postura más simpatética hacia Fernando Moreira que rompe con la caracterización de los escritores antes mencionados al afirmar, en referencia a Fernando: «Maricón.