En filosofía y retórica, el principio de caridad demanda que las declaraciones del interlocutor sean interpretadas como racionales y, en caso de disputa, que se considere su interpretación más sólida.
Según Simon Blackburn[2] «limita al intérprete a maximizar la verdad o racionalidad en los dichos de la otra persona».
Su principal área de aplicación, según Wilson, consistía en determinar el referente de un nombre propio:¿Cómo deberíamos encarar el descubrimiento del significado que otorga una persona a un nombre dado?
[3]Willard Van Orman Quine y Donald Davidson[4] proporcionan otras formulaciones del principio de caridad.
Estas alternativas pueden entrar en contradicción entre sí, así que el principio a usar puede depender del objetivo de la conversación.